Ofrecemos el artículo de opinión realizado esta semana por el doctor José Luis Alcántara, para AZprensa.com
Sería obvio volver a plantear aquí la denuncia de la actual manía, convertida casi en culto generalizado, de la exaltación de lo corpóreo, de los cuerpos gloriosos, del mantenimiento de la belleza y el aspecto lozano por encima de edades, culturas y clases sociales. De hecho, de todos es sabido que, a la hora de buscar uno de esos cada vez más escasos puestos de trabajo, se nos va a valorar tanto o más que el curriculum nuestro aspecto físico, nuestra belleza, o lo que se acaba por entender como nuestra “presencia”. Más posibilidades siempre cuanto más se acerquen estos factores a los tenidos como cánones o patrones de moda.
Y, aunque antiguamente dichas valoraciones recaían sobre las féminas, hoy en día no estamos exentos los varones de pasar por ese terrible fielato. También en esto ha llegado el igualitarismo y los hombres han debido adaptarse a las exigencias. En ellos se ha llegado a comprobar incluso rasgos de obsesión, habiéndose creado una nueva palabra para señalar dicha manía como lo es el término de metrosexualidad.
Pero ahora mismo, con la llegada del estío, el fenómeno cobra su verdadera algidez: con el tiempo caluroso que se nos viene encima ya no se trata de enseñar nuestro cuerpo vestido, ya esa “presencia” en playas o piscinas hay que conservarla con atuendos apropiados. Nuestros cuerpos serán mostrados en una desnudez cada día más exigente. Ya no podremos disimular ni defectos congénitos ni los adquiridos como secuelas del paso del tiempo, o de abusos alimentarios y de malas costumbres sedentarias. Ha llegado el momento de someternos a lo que ha venido en llamarse la “operación bikini”.
Y lo primero que hay que hacer es someterse a esa ceremonia terrible de mirarse desnudo ante el espejo. Y de inspeccionar con ojos críticos cada palmo de nuestra fisonomía, en busca de manchas, michelines y hasta…primeros vestigios de la terrible y temida celulitis. ¡Dios, y para colmo hay que verificar los veredictos ante el implacable juez en que deviene el maldito peso! Al final de tan inmisericorde inspección corporal, viene el autodiagnóstico: sobrepeso. ¡Cielos, no hay más remedio que ponerse a la cruda tarea de meternos de cabeza en la dichosa y ya mencionada “operación bikini”!
Para comenzar tenemos a nuestra disposición auténticos tratados enciclopédicos de “remedios”, a base de dietas (algunas de las mal denominadas “milagrosas”), recetas, tablas de gimnasia, aparatos de masajes y… todo un arsenal de cremas, ungüentos, lociones y toda la parafernalia puesta en circulación. Hambre y sacrificio, ese es nuestro porvenir inmediato.
Y no caemos en la cuenta de que más que la práctica de dicha “operación” puntual, y cogida con alfileres, lo que debemos hacer es cuidarnos a lo largo de todo el año, no darnos esa “mala vida” de las cervecitas a deshoras, de la golosina chocolatera, de tantas horas en manos del sedentarismo más ruin…
Pero nunca es tarde para comenzar. Vamos a tomarnos las cosas con calma, revisemos nuestra dieta concienzudamente, andemos una hora todos los días y que nos sirva ese mal rato del espejo como escarmiento. Cualquier cosa, menos enfermar por culpa de la dichosa “operación bikini”.
Fuente: Azprensa