La fibromialgia, una enfermedad desconocida

La fibromialgia es una patología crónica cuyos principales síntomas son dolor generalizado y cansancio crónico. No obstante, puede presentar otras manifestaciones como insomnio, trastornos cognitivos, depresión y pérdidas de equilibrio. La variabilidad de los síntomas tanto en presencia como en intensidad hace que su tratamiento deba ser adaptado a cada paciente y sea de origen multidisciplinar.

Alrededor de 800.000 personas —en su mayoría mujeres— padecen fibromialgia en España. Esta patología crónica se caracteriza por el padecimiento de dolores localizados en diversos puntos del cuerpo, así como por la sensación de cansancio y agotamiento generalizado. La severidad de estos síntomas varía según los días, e incluso el dolor puede localizarse en distintas zonas del cuerpo dependiendo de la ocasión.

El principal handicap al que se enfrenta la clínica a la hora de diagnosticar y tratar esta enfermedad es la ausencia de análisis de rutina en los laboratorios para detectarla y el hecho de que comparta síntomas con otra dolencias.

En 1990, el American College of Reumatology estableció unos criterios específicos para la clasificación de la fibromialgia. Dichos criterios se fijaron en función de los resultados de un estudio multicéntrico desarrollado entre 558 pacientes de diferentes edades. Así, a la luz de los resultados obtenidos, se han identificado tres criterios clave para diagnosticar la enfermedad.

El primero es el dolor disperso —definido como dolor que se localiza en la parte izquierda y derecha del cuerpo, debajo de la cintura y en el esqueleto axial—, presente en un 98 por ciento de los pacientes con fibromialgia.

El segundo de los criterios diagnósticos establecidos por la citada asociación es la localización de dolor mediante palpación en 11 de 18 puntos predeterminados de la estructura musculotendinosa (un 88,4 por ciento de los pacientes del estudio cumplían este requisito).

El tercer criterio hace referencia a la ausencia de otra enfermedad sistémica que cause el dolor en el paciente. El clínico debe descartar la existencia de otras patologías como el lupus sistémico, el hipertiroidismo, la polimialgia o las enfermedades reumáticas, ya que todas estas enfermedades comparten algunos síntomas con la fibromialgia.

Junto al cansancio crónico y el dolor multilocalizado, la fibromialgia puede provocar otros síntomas, como anquilosamiento, incremento de los dolores de cabeza o de la cara, trastornos del sueño, trastornos cognitivos, malestar abdominal, problemas genitourinarios, parestesia, pérdida de equilibrio, síndrome de piernas inquietas, hipersensibilidad sensorial, problemas dermatológicos, depresión y ansiedad.

Causas

Sobre las causas de esta dolencia existen múltiples teorías. Así, algunos investigadores apuntan que el origen de la fibromialgia puede ser algún tipo de trauma que afecta al sistema nervioso central y estimula su aparición. Sin embargo, en algunos pacientes la enfermedad no aparece como un episodio postraumático. Otras teorías apuntan a la genética como posible causa, e incluso hay investigadores que opinan que la fibromialgia es causada por un microorganismo infeccioso.

La idea más extendida, sin embargo, es que esta enfermedad tiene un origen cerebral que nada tiene que ver con el sistema nervioso periférico. Cada vez existen más estudios que relacionan la fibromialgia con disfunciones en los niveles neuroquímicos del cerebro. En algunas investigaciones se han detectado niveles anormalmente bajos de sustancia P y de serotonina en los pacientes con fibromialgia.

Existe también una corriente investigadora que centra su interés sobre el sistema neuroendocrino y el estado anormal de neurotransmisores neuroquímicos —el péptido de calcitonina, noradrenalina, endorfinas, dopamina, histamina y GABA—, así como de las hormonas producidas por las glandulas hipotálamo, pituitario y adrenales.

Tratamiento

No existe un tratamiento específico para abordar la fibromialgia, lo que hace que éste se dirija principalmente a paliar los síntomas de la enfermedad. Además, el hecho de que las manifestaciones de la patología varíen de un paciente a otro, o incluso cambien su intensidad y aparición en un mismo paciente, hace que el tratamiento de la fibromialgia sea multidisciplinar.

Según la Sociedad Española de Reumatología, los pasos que han de seguirse para un correcto tratamiento de esta patología son: el diagnóstico firme, la explicación de la naturaleza de la enfermedad, la educación higiénico-sanitaria para evitar los factores agravantes de la enfermedad, el tratamiento de las alteraciones psicológicas en el caso de que éstas existan, el ejercicio físico, la aplicaciones de medidas locales —infiltraciones y masajes— y el uso de analgésicos y otros medicamentos que ayuden a calmar el dolor.

Respecto al tratamiento farmacológico, se han empleado hasta el momento con éxito la amitriptilina y la ciclobenzaparina. El primero de ellos, empleado a dosis más altas para tratar la depresión, tiene como principal función abordar el déficit de serotonina presente en la fibromialgia, al mismo tiempo que reduce el dolor y ayuda a conciliar el sueño.

La ciclobenzaparina es un relajante muscular indicado para los espasmos y dolores musculares propios de la enfermedad.

El paracetamol y los antiinflamatorios no esteroideos (aines) son otro grupo de fármacos empleados con asiduidad en el tratamiento del dolor asociado a la fibromialgia. No obstante, en el caso de los aines, los expertos recomiendan precaución, ya que su uso prolongado puede provocar la aparición de efectos adversos gastrointestinales.

A estos se han sumado, los nuevos inhibidores de la Cox-2, un grupo de medicamentos que presentan igual efecto analgésico que los aines convencionales pero que ofrecen un mejor perfil de seguridad gastrointestinal.

En aquellos pacientes que presentan depresión asociada a la enfermedad se utilizan inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Algunos de estos medicamentos producen la presencia de efectos secundarios como nerviosismo o insomnio y, por ello, son asociados en ocasiones a antidepresivos tricíclicos.

También se emplean en el tratamiento de la fibromialgia las benzodiazepinas, asociadas a bajas dosis de ibuprofeno. No obstante, el tratamiento con estos fármacos presenta riesgos de dependencia, lo que requiere un riguroso control del paciente.

Otra alternativa es el tetrazepam, un derivado benzodiazepínico de acción miorrelajante específica, aunque los especialistas advierten de que debe emplearse en períodos cortos.

Por último, para tratar los espasmos de brazos y/o piernas resulta útil el clonacepam de 0,5 a 1 mg por la noche, indicado particularmente en la fibromialgia secundaria al síndrome de Sjögren con mioclonus nocturno.

Fuente: Azprensa

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