UN MÉDICO EN LA INDIA. Cuando la realidad de la miseria supera lo imaginable

Tras dos semanas aquí, ya he encontrado quién me guíe hasta algo parecido a un ordenador.

Sigo en Kolkata, como se dice en realidad en este territorio bengalí. Os puedo decir que, durante un mismo día se pueden experimentar 150 sensaciones distintas. He llorado, he reído, he sentido el más profundo de los ascos, la miseria, el amor, la desidia, la impotencia, la fuerza…

Es época de monzones y hemos sufrido dos inundaciones, pero no es noticia en ningún sitio, no es interesante para nadie, salvo para aquellos a los que el agua nos ha llegado a los bolsillos de los pantalones. Una pena que las mejores fotos no son las de este link que adjunto, pero por seguridad, voy guardando las tarjetas de la cámara en un lugar alto y seco de donde duermo, y solo llevo una tarjeta en la cámara por si se estropeara.

Hoy es un día algo triste, uno de los de nuestro grupo ha caído con Malaria, todo el mundo lo siente como si nos hubiera ocurrido a nosotros mismos. Las condiciones y el contexto son aún peor de lo que ya imaginaba, hasta el extremo de que algunas de mis fotos parecen fotomontajes. 15 millones de personas nos rodean, he visto cosas que nunca volveré a ver jamás. MISERIA es un término muy sencillo para algo como lo que veo aquí. Personas desnudas deambulan sin rumbo, hace unos días vi a un niño peleando con perros por un trozo de carne podrida en la basura, entre ratas. Para que os hagáis una idea, en dos semanas he gastado 50 euros y me he permitido el lujo de poder comer con ciertas garantías de que lo que trago no me enfermará. El agua no es potable, no existen las alcantarillas, me ducho con un jarro de plástico por partes, la infección llega mucho mas allá de lo que podéis imaginar, y estas monjas de Madre Teresa de Calcuta deben ser de otro planeta, extraplanetarias porque son algo más que extraordinarias. Sin embargo, en la pizarra del punto de encuentro de cada mañana a las 06:00, listan las bajas de las que mueren o enferman por una causa u otra.

El toque de diana es a las 05:00, andamos algo más de media hora entre enfermos, la más absoluta miseria y basura por todos lados. Llegamos a los distintos centros asignados… los pacientes están en muy malas condiciones, me han meado, me han cagado, me han escupido por espasmos y sinceramente, a estas alturas ya te da igual si te han pegado algo. La única solución es pasar por análisis cuando llegue a España. Vine muy vacunado, pero eso nunca es la panacea.

Lo único que compensa todo eso son las sonrisas de los pacientes, las parrafadas que me meten en bengalí y que nunca entenderé, la sonrisa de un niño y el apelativo que recibimos todos los que estamos aquí: «uncle».

Simplemente, este lugar está fuera de este mundo. Os envío algunas fotos, que no siendo las mas significativas os acercaran un poco a esta indescriptible realidad. Por cierto, las cucarachas de aquí no son como las de allá. Desinfecte mi estancia al llegar y cuando regrese al cuarto, en el suelo me encontré incluso salamandras muertas que no se de dónde cayeron.

Los niños que pueden ver y no tienen discapacidades cerebrales disfrutan horrores con las palitas chinas, hay una niña que LLORA cada vez que hago la desaparición de los pañuelos que cambian de color, debido a la impresión que le produce un truco de magia.

Lavamos sin lejía, limpiamos sólo con agua, desinfectamos como podemos, curamos con lo que tenemos, tengo heridas en las manos que escuecen con el pis de las sábanas de los enfermos.

Algunas tardes colaboramos con otra organización de pacientes con HIV, nos desplazamos más al oeste, a la ciudad, al Barrio Rojo, donde las prostitutas se caen a trozos, su aspecto es deplorable. Dejan a sus hijos en un recinto hasta que acaban su trabajo y luego los recogen. Escasean las enfermeras.

En la estación central, incluso violan a mutiladas que no tienen piernas y se vuelven locas. Hemos desalojado a una. Hay pacientes que están tan mal que solo quieren morderte y si alcanzan tu brazo con tu mano, te clavan las garras, que no uñas.

Los martes y los sábados, como saben que estamos por aquí, se acumulan decenas de enfermos cada rato para que los veamos. Limpiamos la espalda de un hombre cuya putrefacción era tal que se le caía la espalda a pedazos a medida que lo limpiábamos. He quitado 46 gusanos de un brazo podrido de infección cuya mano ya estaba necrosada. Nunca vi nada parecido. No es fácil ni que le puedan amputar ese brazo y mientras la curaba como podía la señora me miraba y con su mano sana me preguntaba con un gesto explicito sobre su brazo enfermo si había que cortarlo… me encogí de hombros. En algunos casos, lo único que se puede hacer es enviarlos a la ciudad porque requieren otro tipo de asistencia, ya que ni un autoinjerto podría arreglar aquellas infecciones. El brazo debe pesarle tres veces lo que el otro, la necrosis ha inflamado su extremidad de una forma increíble. Un hospital gubernamental amontona enfermos en la cama, y cuando no caben los meten debajo de una cama ya ocupada, en el suelo, aunque haya un muerto encima. Hay camas con tres individuos. Es surrealista. Escribí cartas y los hermanos de la caridad las han movido. Me han dicho que le dan preoperatorio en quince días… a la semana siguiente, otra cola de enfermos se agolpaban cerca nuestra. No veo a la señora del brazo que suele venir cada semana, le digo a la hermana que pregunte en bengalí si alguien sabe algo, alguien responde… murió hace unos días.

Los jueves nos dejan descansar, para que desconectemos. Si no piensas en los mosquitos por la malaria, sales a estas horas a dar una vuelta a los únicos recintos donde nos dicen que comer no tiene peligro de intoxicación. Y cerca de allí está la posibilidad de este ordenador precámbrico de la era glacial que tiene conexión. O eso parece. La humedad es tal, que no se para de sudar en todo el día, pero no un sudor como el que todos conocemos, sino un sudor que empapa toda la ropa e incluso la interior. Como si te ducharas vestido.

El día 5 hay un evento porque se celebra la muerte de Madre Teresa de Calcuta, me han invitado a que haga lo de la desaparición de los pañuelos para un centro de niños normales, que fueron rescatados de las calles. Hay gente que tira a sus hijos detrás de los montículos de basura, hay quien les corta el cuello y luego los tira. Álvaro, un chico español, oyó sollozos detrás de un montón de basura. Encontró dos bebes, niñas, una de ellas con un corte a la altura de la nuez. Sólo tenían algunos meses y seis meses después, ya sonríen y están sanas, aunque la del corte tiene el cuello desfigurado, pero vive. Podría seguir y seguir, pero ya es noche cerrada, la gente se pone nerviosa por lo de los mosquitos y más ahora que ha caído un voluntario cercano.

Sí, hay lugar para la magia en cualquier sitio, pero nadie ha inventado el modo de hacer desaparecer algunas realidades humanas. ¿Sabéis lo que se siente al explicarle a los lugareños que los ataques de epilepsia requieren que el paciente este de lado y no boca arriba para que no se ahogue y ver la cara de alucinados que ponen?

Echo de menos beber de un vaso por miedo a no usar nada que este infectado, hecho de menos poder ducharme pudiendo abrir la boca. Aquí lo mas caro es el agua. Tengo sed de muchas cosas, de muchas… Sin embargo, cuando le pregunté a una hermana qué debía llevar, respondió sin dudar: lleva las dos manos para ayudar y un corazón para amar.

Había oído que Calcuta era el lugar con mayor pobreza del mundo. Ahora entiendo por qué, pero hay una riqueza enorme en el Amor que se puede encontrar detrás de todo esto, y que ya se intuye en las pupilas oscuras de los niños que se agarran a tus piernas y miran hacia arriba con sus sonrisas, que se me antojan imposibles pero existen.

daniel.martinez-canca@saludalia.com

Fuente:www.azprensa.com

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