Ofrecemos el artículo de opinión realizado por el doctor Miguel Ángel Delgado, para azprensa.com.
Cada vez más, me da la sensación de que vamos a todos los sitios con prisa. No hacemos nada con calma; siempre corriendo, de aquí para allá. Y, además, hasta hace poco, hacer muchas cosas a la vez era sinónimo de eficacia, de ser mejor, el modelo a imitar. Si no están de acuerdo, piensen en un día cualquiera, cuando vamos al hospital: nos levantamos pronto (algunos incluso a las cinco o seis de la mañana para estudiar o leer algún artículo), desayunamos y nos vamos corriendo al hospital, para estar allí a las 8.00 h., antes de la sesión. Si da tiempo, vemos a los enfermos que llevamos más directamente, les damos los buenos días y vemos si han tenido fiebre, comprobamos las otras constantes… Nos metemos en la sesión, donde escuchamos el parte del día anterior, datos sobre los enfermos más difíciles o una sesión monográfica, mientras estamos pensando en qué cosas tenemos que hacer.
Ya son 8.20 h. de la mañana. Nos cambiamos corriendo el pijama para entrar en quirófano y nos pasamos a ver si está el anestesista, si la enfermera ha preparado todo lo necesario, si el celador ha llevado al enfermo, si la historia está completa o hay que ir a buscarla (ni qué decir tiene que si alguien tiene que ir a buscar la historia somos nosotros)… Volvemos a la planta, donde discutimos sobre los enfermos de la sesión, alguien te pide un cambio de guardia, el jefe te dice que tienes una reunión el día tal a la hora tal… y vuelves a quirófano, donde el enfermo ya está dormido. Le colocas o esperas a que venga el celador para hacerlo, te exasperas y… empieza la operación, donde, es verdad, las prisas desaparecen. Ahí te aíslas, aunque te llamen por teléfono y venga la enfermera porque falta esto o aquello y tengas que esperar a todo el mundo.
Sales y entre enfermo y enfermo vas a la planta, ves a algún otro paciente, si no tienes que pasar visita a toda la planta, o haces algún informe, alguien te llama para no sé qué… Y vuelves a quirófano, corriendo, otra vez operas y acabas. Si tienes cirugía de tarde, te cambias de pijama, bajas a la cafetería y comes corriendo, subes, te vuelves a cambiar y operas… A uno, dos o tres pacientes.
A las siete u ocho de la tarde has acabado y vuelves a casa. Y allí, los líos de la familia, haces los deberes con los niños, te llama no sé quien, haces otra cosa, y a las diez de la noche te sientas a ver la tele, a hacer zapping, muchas veces sin ver nada que te guste. Y a la cama, que mañana será otro día.
Si no tienes cirugía de tarde, tienes guardia, consulta privada o cualquier otra cosa. Pero siempre algo. ¿Creen que todo esto no genera estrés? Lo malo no es ir corriendo, sino tener en la cabeza mil carpetas de Windows abiertas a la vez y ver que no cierras ninguna. Esto no le pasa a todos los médicos del mundo, pero sí a muchos de nosotros que, además, hemos creído que es el modelo a seguir. ¿Nos autoexigimos demasiado? ¿Intentamos ser muy perfeccionistas? ¿Somos inseguros y no sabemos decir que no? Porque a veces hay que decir que no, pues no llegamos a todo. Decir no es un buen método, pero no lo usamos muchas veces…
Otra cosa es saber desconectar. ¿Desconectamos los médicos? Cuando nos vamos a dormir, ¡cuántas veces ‘nos llevamos’ el enfermo a la cama! ¿Habrá tenido fiebre? ¿Se habrá ido esa anastomosis? ¿Sangrará? Lo malo es que a veces hasta criticamos a aquellos que consiguen desconectar y no se acuerdan de su trabajo una vez terminado, o hacen por no acordarse. Y eso, según los últimos estudios, es buenísimo. Nuestra mente tiene que desconectar, tiene que olvidarse del estrés.
Cuando empezamos a tener apatía, desgana, obsesión por las cosas, estreñimiento, diarrea, palpitaciones… todos son síntomas de estrés, de la ‘enfermedad del tiempo’. Y parece que la terapia es saber administrar bien nuestro tiempo, priorizar las tareas, desconectar, practicar la atención pasiva (mirar la naturaleza u obras de arte…). Hay que hacer las cosas con calma y disfrutar, sobre todo disfrutar… Ése es el lema del movimiento Slow pero, evidentemente, recordando nuestras obligaciones.
Fuente: www.azprensa.com