Aunque suene raro, el sexo, el erotismo y la seducción también pueden aprenderse. En medio de un panorama que reúne (o separa) a hombres y a mujeres, el mercado también ofrece distintas posibilidades para que el ejercicio del encuentro no se nos complique tanto.
¿Pueden las escuelas de sexo, los cursos sobre seducción y los talleres de masajes eróticos ayudarnos a que el difícil arte de amar sea mucho más fácil?, ¿qué buscan los que se atreven a desafiar al instinto para ponerse el guardapolvo de alumnos sexuales?, ¿qué opinan sus parejas de esta búsqueda tan particular por extender el placer?
Desde PK, la (primera) Escuela de Sexo porteña, Paola Kullock, su directora, cuenta historias sobre quienes se atreven, por ejemplo, a aprender técnicas de strip-tease, masajes eróticos y seducción. Algunos ejemplos: Con 40 años recién cumplidos y muchas ganas de ratonear a su marido “ni bien llegue a casa”, Liliana supo cambiar la visita a la peluquería por las clases. ¿Saben tus hijos que venís acá?. “Mi hija de 17 años conoce lo del strip. Se rió mucho cuando se enteró y me dijo que, por favor, trate de enseñarle alguna que otra técnica”, cuenta Liliana, con una sonrisa en la boca y la camisa blanca (que se acaba de sacar sensualmente en medio de una clase) en la mano.
“Acá vienen mujeres de 20 a 60 años. Las más jóvenes llegan ilusionadas, suelen estar por casarse y más dispuestas a complacerlos. Las de 35 a 45 generalmente ya están casadas y quieren agasajar a su ¡amante! Las de 45 a 60 disfrutan de parejas nuevas o buscan pareja, y son las más desinhibidas”, cuenta Paola, una masajista profesional que dejó a sus clientes para dedicarse a enseñar.
Y ya tiene estadísticas de todo lo que ve y escucha en su particular aula: “El 99,5 por ciento de las mujeres que vienen acá fingió un orgasmo alguna vez en su vida. Algunas, mediante el erotismo, quieren aprender a tener uno de verdad”, dice y aclara que “una vez, una alumna me pidió que le enseñara a gemir como Meg Ryan en ´Cuando Harry conoció a Sally´”. Pero en este mundillo no sólo hay mujeres.
Ernesto cuenta que es masajista desde hace 16 años y que se dedica al masaje erótico desde hace 6. Al salir de la Facultad de Medicina nunca creyó que su profesión tomaría el rumbo que tiene actualmente. “Cuando empezó a mermar el trabajo terapéutico, tuve que agregar el servicio de masajes sexuales”, comenta. “Esta práctica es el aprendizaje de un servicio que se extiende de la cabeza hasta los pies y que no excluye ninguna parte del cuerpo”, comenta. “Mis alumnos salen muy relajados de cada clase y siempre con la iniciativa de probar lo que yo les enseño en sus propias parejas para sorprenderlas”, explica.
Pero aunque no son las únicas interesadas, las mujeres son mayoría. Se trata de amas de casa de más de 40, seguramente muy cansadas de la rutina.
“Todas somos mujeres normales con ganas de hacer algo divertido y de descubrir secretos para ser mejores amantes”, cuenta Sandra, de 27 años, dueña de un local de lencería. Ella llegó a la PK con un objetivo muy preciso en mente: “Quería aprender a dominar a un hombre y lo logré».
Entre sus recuerdos más calientes, la directora de la Escuela de Sexo recordó a Sofía, una señora de 57 años, maestra de primaria y rodete en la cabeza, que quería sorprender a su marido de 64 a toda costa. “No pudimos terminar la clase con ella. En un momento del aprendizaje, la mujer gritó de ‘me estoy excitando demasiado’ y salió corriendo para el baño”, relató la profe. Cuenta que Sofía volvió al aula con una sonrisa.
Fuente:1.2.06 – Clarín – Lorena Bassani