DONACION DE OVULOS EN ARGENTINA

En los diarios y los noticieros se reproducen los informes sobre familias ensambladas y las diferentes modalidades de unión y procreación. Sin ir más lejos, el tema se trata hoy y aquí mismo con una historia cercana: una pareja de varones, uno de ellos argentino, que tiene dos hijos biológicos con alquiler de vientre y donación de óvulos mediante. Sumándose a la cadena de procesos de las nuevas familias, está también Verónica Rodríguez. Ella es madre de un nene de 12 y una nena de 10, tiene 29 años, vive en Mar del Plata y es enfermera. Por su trabajo entró en contacto con mujeres que se enfrentaban a la infertilidad. Cuenta: “Decidí ayudar desde lo concreto. Así me enteré de la posibilidad de donar los óvulos. Me siento muy dichosa, es algo que llena el espíritu y enorgullece”. A los 26 años donó sus óvulos por primera vez y repitió la experiencia tres veces.
También Laura, otra donante, aceptó contar su historia con la condición de resguardar su identidad. Tiene 29 años, es egresada de la UBA y también hizo cuatro donaciones. “Pensé que si yo no pudiera quedar embarazada, me gustaría que alguien hiciera una donación y lo facilite. Esa fue la razón por la que lo hice”, señala.
El procedimiento comienza con la optimización simultánea de las dos mujeres: se sincroniza la preparación del endometrio de la receptora con la estimulación ovárica de la donante. Una vez terminado el procedimiento de extracción de óvulos, la donante recibirá una suma de dinero en concepto de “gratificación” que, en nuestro país, ronda los 1.000 pesos. Y si todo sale bien, se logrará el anhelado embarazo.
Las causas que llevan a las mujeres a necesitar óvulos ajenos pueden ser varias: menopausia precoz, extirpación quirúrgica de los ovarios, infertilidad a causa de quimioterapia, mala calidad ovocitaria, edad avanzada o riesgo de enfermedades géneticas. En los casos en los que la mujer no cuenta con sus propios óvulos para quedar embarazada, la alternativa es una ovodonación o donación de óvulos. Según el doctor Claudio Chillik, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva y consultor médico del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción, en Argentina hay un promedio de cuatrocientas a quinientas receptoras por año.
Si bien en Argentina no existe la ley que regule los procedimientos de fertilización asistida, existen ciertas formalidades comunes como la firma de un consentimiento informado donde se establece que ambas partes del intercambio no llegarán a conocerse. La donación es anónima: la donante renuncia a reclamar sus óvulos y a cualquier posterior derecho de filiación. Al menos así funciona en la teoría pero Verónica tuvo la suerte de conocer a la pareja de extranjeros que recibió sus óvulos. “Fue muy emocionante, lloramos mucho juntos. Y después me mandaron una foto de la beba, a quien no considero mi hija pero sí un logro mío”, cuenta. Por esa donación Verónica recibió 3.400 pesos; por las otras, que sí fueron anónimas, 1.700. A Laura, en cambio, le entregaron 1.000 pesos, la suma más habitual en estos casos.
El concepto de “gratificación” genera malos entendidos. Para unos implica una compraventa. Para otros, una indemnización por las inyecciones, ecografías y la punción, el tiempo y los posibles malestares. “La donación es un contrato muy particular del Código Civil y en este caso la figura de la donación no encaja totalmente. Tampoco me gusta el término de venta o compraventa de óvulos, porque acá en Argentina no se hace compraventa, eso se hace en Estados Unidos. Prefiero hablar entonces de dación. La mujer da sus óvulos. Y no como contraprestación sino como indemnización, se le pagan esos mil pesos”, opina Roberto Arribere, abogado, especialista en bioética y miembro del Comité de Bioética de Fecunditas.
Chillik, en cambio, entiende que la donación debe ser altruista: “No debería haber dinero de por medio, porque sino es una compraventa. Si el motivo es económico se desvirtúa la donación, incluso aumenta el riesgo de que la donante declare falsamente acerca de cuestiones importantísimas como si en su familia existen antecedentes de enfermedades genéticas. Lo que sí creo es que la mujer que dona no debe tener ningún gasto y por eso se le deben dar viáticos. Pero que no sea un honorario disfrazado de viático”.
“Es chocante plantearlo así: pero en realidad te están comprando los óvulos”, dice con convicción Laura. Y agrega: “Lo hubiese hecho de todos modos, tenía la decisión tomada antes de saber que estaba ese dinero”. Para Verónica la donación implicaba los gastos extra del viaje y la estadía. “Una vez lo hice sólo por los gastos pero sin eso no hubiera podido. Para mí involucra perder parte del sueldo por faltar esos días al trabajo. Creo que el aspecto económico ayuda a estar mas cómoda en relación a estas cosas, porque no lo hubiera hecho si implicaba tener que dejar sin comer a mis hijos”.
La práctica está más aceitada en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, hombres y mujeres ofrecen sus células y cotizan en mercado de acuerdo a su edad, genotipo, coeficiente intelectual, etc. En Suecia, Austria, Suiza, Países Bajos, Nueva Zelanda, Australia y desde hace poco también Inglaterra, la donación no es anónima, por lo que en la decisión del donante entra en juego un compromiso (la posibilidad de ser conocido por el niño) que va más allá del interés económico. En Chile la “gratificación” está prohibida, las donantes escasean y las parejas que necesitan una ovodonación deben inscribirse en listas de espera de dos, tres o más años.
Estela Chardón, coordinadora del grupo de pacientes que reciben donación de gametas (óvulos o espermatozoides) de la Fundación Concebir, entiende que si existen objeciones a la donación es porque en nuestro país está mal encarada: “Pareciera que no se aprendió nada de la adopción. Hace muchos años se mantenía en secreto, los chicos se enteraban de grandes y era una crisis tremenda. Hoy en día la adopción es un proceso transparente y bien visto ¿o acaso alguien está en contra de la adopción? La donación tiene que ser algo muy similar, ¿por qué parece algo malo? Porque hay algo que está mal hecho: falta transparencia. El donante no debe ser anónimo y los padres deben estar dispuestos a contarle al chico sobre su concepción. ¿Si cae el número de dadores?, bienvenido. La experiencia en otros países dice que cambia el perfil del donante: es alguien que lo hace a conciencia, con un compromiso y más allá del dinero que reciba”.

Fuente: 18.8.05 – Clarín. María Farber.

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