Todo suma. Las cremas, los tratamientos, la alimentación, el gimnasio. Son cada vez más los aliados que ayudan a las mujeres a desafiar las huellas que el tiempo imprime en sus rostros, pechos, caderas y otros rincones que insisten en contar la edad que el espejo se empecina en desmentir. Pero los años pasan, irremediablemente. Y los éxitos que la medicina y la cosmética lograron en el plano estético no siempre se repiten a nivel orgánico, donde el reloj biológico sigue su marcha con relativa crueldad. Bien lo saben las que se acercan a las 40 velitas, sin pareja y con muchas ganas de ser mamás. Tantas, que cada vez son más las que arremeten contra todos los miedos y se atreven a transitar la maternidad a solas, con todas las dificultades y conflictos que eso supone.
«El porcentaje de mujeres que consultan para ser madres solas aumentó mucho. Es un fenómeno asociado a la inserción laboral de la mujer, que detrás de un mejor posicionamiento profesional y social difiere su maternidad y se encuentra a los treinta y largos sin pareja y con su capacidad reproductiva en tiempo de descuento. Son pacientes que, en general, recurren a la inseminación con semen de donante. Nosotros tenemos unos 30 casos por año», dice el especialista en fertilidad Claudio Chillik, del CEGYR.
El mismo incremento de consultas registró el Instituto de Fertilidad (IFER). «Han venido más mujeres solas preguntando por tratamientos de fertilidad, pero nosotros no inseminamos a mujeres solas. No creemos que sea algo malo, no hay prejuicios, pero sentimos que nuestra misión es ayudar a formar familias y creemos que, de esa manera, estaríamos contribuyendo a formar familias incompletas. Preferimos derivarlas», sostiene el doctor Ramiro Quintana, del IFER.
«Nosotros no tenemos más casos que antes, pero hay algunas consultas de ese tipo. Suelen ser mujeres de 38, 40 años, que ven que se les pasa el tiempo de ser madres y no quieren engañar a un tipo. Jamás vino una mujer de 30 años a buscar un embarazo sola», asegura Sergio Pasqualini, director de Halitus. «En general se soluciona con una inseminación con semen de donante, pero evaluamos que la mujer esté consciente de lo que va a hacer. Trabajamos con un banco de semen local o importamos muestras. En el exterior se pueden saber más cosas del donante y algunas mujeres lo prefieren así».
No son casos aislados. Además del registro coincidente de los expertos en fertilidad, hay indicadores que reflejan que el fenómeno de las madres solas está en franco crecimiento. «En la Capital Federal, cada año, casi 3.000 mujeres tienen hijos sin convivir con una pareja. Y la tasa de fecundidad de mujeres no unidas de entre 35 y 39 años creció un 30% en los últimos veinte años, pero no hay trabajos cualitativos que permitan inferir los motivos de este incremento», dice la socióloga Victoria Mazzeo, del Instituto Gino Germani.
El fantasma de la declinación de la fertilidad empieza a asediar a la mujer no bien traspasa los 30 años, pero recién después de los 35 la alarma del reloj biológico se vuelve, en algunos casos, torturante. «Cada vez son más las que solicitan ayuda para enfrentar esa situación. En general, son mujeres de 36, 37 años, profesionales, de sectores medios y altos, y la mayoría sin pareja. Quieren saber cómo están sus ovarios y cuál es su momento biológico. En los últimos quince meses las consultas por el congelamiento de óvulos aumentaron un 50%», revela la doctora Esther Polak, al frente del Instituto CER.
Criopreservación de semen o de óvulos. Inseminación artificial o técnicas de fertilización in vitro . ¿Por qué es la ciencia la que sale a dar respuestas cuando el cuerpo empieza a atentar contra los deseos de maternidad? Porque adoptar sin pareja no está prohibido pero no es fácil. Y no es que lo intenten poco: según cifras del Consejo del Menor y la Familia, el 21,4% de los postulantes para adopción en Capital en 2004 fueron mujeres solas.
«El año pasado, el 8% de los chicos se entregó a mujeres solas. Los jueces suelen priorizar a la pareja legal, pero no siempre; las mujeres solas son más amplias, aceptan chicos más grandes, y eso les da un buen handicap», explicó María Esther Benchuya, jefa del Departamento de Adopciones del Consejo.
Quienes le ponen el cuerpo a la batalla legal que hay que dar para adoptar un hijo sin marido al lado saben que lo mejor es olvidar el sueño del bebé —al menos por la vía legal—. «Cuando me anoté me dijeron que sólo podían darme un chico si aceptaba mayores de dos años o con problemas de salud. No me parece justo», se enoja Analía, quien ya decidió saltear algunas barreras y buscar «ayuda» en los juzgados de Misiones. «Yo no me resigno a buscar esa vía. Me anoté hace un año y no tuve trabas. Aclaré que me presentaba sola porque soy divorciada, pero quiero ser mamá. Ojalá encuentre un tipo que se sume al proyecto, pero por ahora esta es mi realidad», cuenta Laura, periodista, 42 años.
Quienes tienen prohibida la adopción son las parejas homosexuales. «Las lesbianas, en general, terminan recurriendo a la inseminación de banco porque es el método que más distancia pone con el donante. La tendencia crece a medida que conquistamos nuevos derechos. No tenemos cifras exactas, pero ya hay cientos de casos en el país», asegura César Cigliuti, de la Comunidad Homosexual Argentina.
Los tiempos cambiaron. Las familias no son lo que eran y dicen que eso de que «todo pasado fue mejor» perdió quórum hace años. Cómo animarse a revisar la supuesta bondad de algunas tradiciones, cómo convivir con respeto al prójimo y cómo aceptar la diversidad serán, claramente, los desafíos sociales y humanos que se vienen.
En los bancos de semen cada donante anónimo recibe $ 50
Pueden buscar un embarazo en una salida ocasional. O engañar a un novio o amante «fingiendo» un cuidado anticonceptivo inexistente. Opciones, más «naturales», hay. Sin duda. Pero lo cierto es que los bancos de semen son, a veces, la opción más confiable y honesta para mujeres deseosas de ser madres pero sin chances de calzarse el «rótulo» a partir de la consolidación de un gran amor o, por lo menos, de una pareja estable.
Los bancos de semen son laboratorios donde se guardan, congeladas, muestras de esperma para su posterior utilización. En algunos casos se almacenan a pedido de pacientes con cáncer que pueden ver afectada su fertilidad tras los tratamientos y en otros se recurre a la criopreservación para diferir la paternidad. Pero quienes utilizan con mayor frecuencia este servicio son mujeres solas —o en pareja— que no tienen la posibilidad de concebir un hijo con el semen de un conocido.
En Buenos Aires hay dos bancos de semen importantes: Cryo-Bank y CEUSA. Ambos trabajan con estrictas normas de seguridad (Ver Infografía). «La selección de los donantes es muy rígida. Sólo entre el 7 y el 10% de los postulantes terminan siendo aceptados. Tienen que ser mayores de 21 años y tener antecedentes de fertilidad», dice el andrólogo Gastón Rey Valzacchi, director de Procrearte, donde hacen una decena de inseminaciones con semen de banco por mes. «El 90% son parejas heterosexuales con problemas en el varón», aclara.
En Argentina ninguna ley prohíbe la inseminación artificial de mujeres solas y salvo el IFER, que no lo practica, lo único que hacen los demás centros es derivar previamente a la mujer a una consulta psicológica. Al donante se le pagan 50 pesos por muestra y quien la recibe abona entre 300 y 500 pesos (la inseminación o la fertilización in vitro se cobran aparte).
El donante es anónimo. Ni la mujer que recibe la muestra ni el hombre que dona el semen pueden saber nada del otro, pero lo cierto es que en esta cuestión hay un gran vacío legal que deja el tema en suspenso. «Se firma un consentimiento informado que aporta un marco legal para deslindar responsabilidades, pero los datos quedan registrados ante una eventualidad», explica Rey Valzacchi.
No se puede saber nada sobre la identidad, pero sí se puede pedir que sea parecido a un hombre en particular (llevando fotos) o que tenga un determinado color de ojos o de pelo. «Se busca al donante respetando las características físicas que la mujer prefiere», dice Chillik.
En Estados Unidos, por el contrario, casi se puede elegir un hijo «a la carta»: hay catálogos de padres de los más variados y no sólo se pueden ver fotos y videos sino también averiguar qué hobbies tiene y cuál es su coeficiente intelectual.
Fuente: 21.8.05 – Clarin. Georgina Elustondo