Son las 6 de la mañana. Estás borracho, bailando desde hace tres horas y ganaste. Sabés que tenés una sola oportunidad, esa noche. ¿Qué hacés? Un clásico: te clavás un Viagra». Sí: a esta altura del siglo, ya se habla de un clásico. El chico que lo cuenta no es tan chico. Tiene 29, está soltero y lejos de padecer lo que se llama disfunción sexual. Vive lo que llama «su mejor momento». Se siente atractivo, un león. Pero la droga sildenafil —la marca Viagra funciona ya con la fuerza de un nombre genérico— se metió en su cama.
Hace siete años, en julio de 1998, esa pastillita asomó al mercado argentino. Fue presentada como la primera solución vía oral para la disfunción eréctil, problema que afecta a 140 millones de hombres en el mundo, de los cuales habría un millón en la Argentina, aunque sólo el 15% recurre al médico.
Como sucede también en otros países, la creciente curva en el consumo se sostiene fundamentalmente por el uso no médico. Le dicen uso festivo, deportivo o recreativo, indistintamente. Alude a aquellos hombres que lo ven como «un ayudín». Las estadísticas reflejan este crecimiento en el mercado argentino. Según la consultora IMS Health, en 2003 se vendieron 7.324.900 dosis. El año pasado, 11.253.200. Un aumento anual del 53,62%. Esta suma tuvo su correlato en las arcas de los laboratorios y las farmacias. La facturación de 2003 fue de 23.264.000; la de 2004, 34.961.000. Un 50,27% más.
Las claves del crecimiento en el país no están vinculadas solamente a las bondades de la droga, que las tiene en un grado importante. Las loas al sildenafil ya han sido cantadas, pero vale repetirlas: «Es una droga muy noble, fantástica, similar a las pastillas anticonceptivas que permitieron a la mujer adueñarse de su cuerpo. Ahora los hombres se adueñan del suyo. Para mí es el mejor medicamento del siglo pasado. Tengo pacientes de 86 años y están recontentos», dice la doctora Marta Rajtman, sexóloga clínica, del servicio de Urología del Hospital Militar Central.
Un factor es el precio. En Argentina hay 20 marcas que venden sildenafil, sin contar los genéricos. La variante más económica, las dos pastillas de 50 miligramos de Bifort, cuestan 6 pesos. Entre las más caras, el Viagra de Pfizer (29 pesos por dos dosis), sin contar otras drogas que también se recetan contra la impotencia como el tadalafilo (marca Cialis, dos por 29 pesos) o el vardenafil (marca Levitra, dos dosis de 5 miligramos, 52 pesos). Es decir, hay para todos los bolsillos.
Otro elemento clave es la facilidad con que se consiguen las pastillas. Las normas ordenan que deben ser vendidas con receta archivada, pero en Argentina se ofrecen por Internet y por los clasificados de los diarios. Y en muchas farmacias es casi de venta libre, como si fuera un caramelo inocuo. Esto lo confirma el doctor Enrique Roca, secretario de la Confederación Farmacéutica Argentina: «Hay una liviandad preocupante en la venta que redunda en que el uso se haya masificado más de la cuenta. En esto ha incidido también la publicidad indiscriminada de los laboratorios que lleva a que se confundan los usos».
Roca habla de la necesidad de control. «Creemos que debe haber un mayor control de la publicidad y también sobre las farmacias de parte de las autoridades sanitarias de cada jurisdicción. Lamentablemente, somos hijos del rigor y si no se controlan los faltantes de recetas, esto seguirá pasando, no sólo con el sildenafil sino con otras drogas».
La doctora Rajtman conoce los que pasa en algunas discotecas. «Se las venden con éxtasis, y los chicos hacen esas combinaciones que yo creería que no dan resultado. Pero ellos son los protagonistas de este uso deportivo, que es un abuso de la droga. Yo no se la receto a nadie sin controlar cómo responde un paciente al esfuerzo. Y, por supuesto, si el pa ciente toma vasodilatadores coronarios con nitritos o nitratos, está contraindicado».
Hay otros asuntos que impulsan la popularización del sildenafil. Uno es el boca a boca, el hombre que le cuenta a su amigo su buena experiencia y de paso le regala una dosis. Otro factor es el conocimiento. «En todos estos años los prejuicios y falsas creencias, del tipo ‘te hace dejar a tu esposa’ o ‘te morís’, fueron superados, tanto por los pacientes como por los médicos», comenta Adrián Sapetti, psiquiatra, sexólogo clínico, presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.
Los laboratorios se oponen al uso festivo del sildenafil. «Tiene que ver con el fanatismo por mejorar la performance, pero no está bien el uso indiscriminado en la juventud que no lo necesita», afirma Franco Carozzo, gerente de Marketing del laboratorio Sidus S.A. Magnus, el nombre de fantasía que Sidus le puso al sildenafil, lidera el mercado argentino, con el 30% de las pastillas vendidas.
La misma opinión crítica tiene el Laboratorio Pfizer, que vende Viagra con ese nombre desde el año pasado. «Este es un medicamento de venta bajo receta, y como tal, debe ser indicado por el médico. No podemos opinar ni informar sobre otros usos que se le den, ya que están fuera del ámbito médico y de la indicación para la cual está aprobado: tratamiento de la disfunción eréctil, una condición médica», dijo la doctora Ana Rodríguez Castelli, asesora médica de Pfizer.
Sapetti lo dice con todas las letras: «Es un medicamento, no es un afrodisíaco». Más aún: la Administración de Fármacos y Alimentos, el área de control oficial del gobierno de los Estados Unidos, acaba de ordenar que las etiqueta de las drogas Viagra, Cialis y Levitra reporten los casos de pérdida de visión atribuida a un bloqueo del flujo sanguíneo al nervio óptico. Es cierto que la FDA aclaró que hasta el momento no es posible determinar si estas medicinas orales para la disfunción erectil fueron los causantes de la ceguera en algunos pacientes, pero lo cierto es que los laboratorios deben advertir sobre estos raros casos.
El Viagra se metió, entonces, en la cama de los argentinos y en los divanes de los analistas. «Primero, la pastilla y después seguimos hablando, doctor», repite Sapetti las palabras de los pacientes. No será la última droga: se habla ya de las virtudes de la PT-141, que promete actuar sobre el hambre sexual de las mujeres. Y otros fármacos, como la dapoxetina, para la eyaculación precoz. «Es notable —comenta Sapetti—, pero hay pacientes que ya me preguntan: ‘¿podré combinarla con Viagra’?»
Cómo impacta la píldora de ellos en la intimidad de ellas
Todas las fantasías de los hombres, que imaginan lo inolvidable que puede ser para una mujer una experiencia con su compañero «enviagrado», se chocan a veces con la realidad. Le sucedió a Juan Carlos, cuya mujer Susana —70 años— se sorprendió cuando él —73— quiso recordarle viejos tiempos. «¿Qué bicho te picó? Yo no quiero más lola». La mujer había bajado la persiana del sexo tiempo atrás y la droga no hizo otra cosa que sacar a la luz otra patología de la pareja.
Otro problema: algunas mujeres la ven como una competencia. Diana Resnicoff, psicóloga y sexóloga clínica, cuenta: «Se ponen celosas y mal. La consideran ‘la otra'».
Vale la pena rescatar un trabajo realizado Resnicoff y Laura Caldiz, con el título «Clínica sexológica femenina: ¿Píldoras o conversaciones?». Ahí las terapeutas dicen sobre el Viagra: «Justificar y extender el uso del Viagra en hombres fue fácil porque la droga no aumenta el deseo, sino que ayuda a un hombre que desea mantener relaciones, tenga una erección». En ese paper se cita a la doctora Sandra Leiblum, de la facultad de Medicina Robert Wood Johnson de Estados Unidos, quien en 1999 señalaba que «las mujeres no se quejan tan sólo de falta de respuesta genital (…) Lo que más echan en falta es la ausencia de pasión, de amor, de romance y, en general, de placer sensual».
Caldiz y Resnicoff aluden a un estudio sobre el uso de Via gra en mujeres que buscan mejorar su rendimiento. No resultó muy distinto que el uso de un placebo. Y, citando a Mary Lake Polan, de la Universidad de Stanford, coinciden en que «si el Viagra realizó algo en las mujeres es permitirles hablar sobre sus problemas».
Ellas alertan sobre el peligro de la medicalización del cuerpo de las mujeres. Más que en la fisiología, ponen el acento en las particularidades de cada mujer. «Los problemas sexuales tienen contexto. Aparecen en escena con determinada persona, en circunstancias especiales y también determinadas (…) En lugar de volcarnos hacia píldoras y dispositivos mágicos buscando el elixir del placer podemos acceder a esa magia que se logra al escuchar y explorar las historias, experiencias y situaciones de los problemas de los pacientes».
Un masticable eficaz y discreto
Entre septiembre y octubre del año pasado, tres laboratorios colocaron en los estantes de las farmacias argentinas el sildenafil masticable. Desde entonces y hasta diciembre, el Vorst-M, Bi fort-M. y Vimax se llevaron una porción nada despreciable del mercado. Vendieron 509.000 dosis, con una facturación de 1.454.000 pesos.
«El éxito terapéutico y comercial de nuestro producto fue logrado a través de su confiabilidad, basada en la eficacia de su acción. Se destaca principalmente por la rapidez de acción, su sabor agradable y discreción en su utilización», dijo Daniel Herraiz, gerente de Ventas de Laboratorios Bernabó, primeros en desarrollar el masticable.
Herrera da en el punto que permitiría explicar la buena recepción del caramelo contra la impotencia. La recomendación para el sildenafil no masticable es que sea tomado entre cuatro horas y media hora antes de la relación sexual. El masticable, aseguran, hace efecto con una toma previa de sólo 15 minutos. Y el tema de la discreción no es menor para algunos que se sienten más tranquilos sin tener que ponerse a buscar un vaso con agua que les ayuda a bajar la píldora.
«Los hombres buscamos quedar alto en el ranking»
Lo habré usado 15 veces, más o menos. Creo que todos los hombres buscamos lo mismo: ranquear. O sea, quedar bien alto en el ranking de la mina, como un titán. Ahora estoy de novio desde hace tres meses. La primera vez que la tomé con ella no se lo dije. Hicimos el amor una vez. A los 10 minutos yo quería más y ella no quería saber nada. Lo sigo usando cada tanto y se lo digo, porque igual se daría cuenta».
«Es como la pólvora: para explotar necesita fuego»
Le pedí la pastilla a un amigo con la idea de usarla con mi esposa. Comí, bebí un poco, lo normal, y a la hora de acostarnos me la tomé, sin decirle nada. Me recosté panza arriba, con las manos en la nuca y esperé. Miraba. ‘¿Y? ¿Para cuándo?’, me preguntaba. No pasó nada. Yo esperaba que actuara mágicamente y me equivoqué. Después me quedé dormido y mi mujer jamás se enteró. El Viagra es como la pólvora: para explotar necesita fuego».
«A mí edad sirve para reverdecer la pareja»
Para nuestra generación, es el gran invento del siglo XX y creo también que del siglo XXI. Hay un antes y un después. No quiero decir con esto que, a mi edad, ando haciendo locuras por ahí. Simplemente sé que cuando estamos dispuestos con mi mujer, no voy a fallar. Esa tranquilidad no tiene precio. Ella lo agradece. A esta altura, con los chicos grandes, es un reverdecer de la pareja».
«Creo que ella se dio cuenta, pero no dijo nada»
La usé tres veces, todas con chicas nuevas. Una terminó pidiéndome por favor que la termine de una vez. Tenía cerca de 40 años: era una mujer con experiencia y creo que se dio cuenta pero no me dijo nada. Otra fue una chica de 21. No podía creer lo que estaba viviendo. Justamente, eso es lo que buscás con el Viagra: no ser uno más».
«Con mi esposa funcionó, pero en una trampa no»
Yo la usé dos veces en toda mi vida. La primera, con mi mujer. Tomé una a escondidas y funcionó bárbaro. Sentís que tu sexo tiene vida propia, lo que es casi casi insoportable. La segunda en trampa, en lo que no tengo mucha experiencia. Quería ser una bestia sexual y fracasé. La chica se puso re-mal y lo insólito es que me mandó a tomar Viagra»
Antidoping
Horacio Convertini
El muchacho todavía era joven —35 recién cumplidos— y con una potencia satisfactoria; al menos jamás había tenido quejas al respecto. Pero cumplía cinco años de casado, quería sorprender a su esposa con una noche distinta y en vez de llevar a la habitación una botella de buen champán prefirió un vaso de agua y la pastillita azul. Viagra, claro, y en secreto, absoluto secreto, para acercarse de esta manera al estereotipo de pasión que se impone en estos tiempos: una suerte de gimnasia olímpica en la que el varón está condenado a bajar su propio récord si quiere subirse al podio de su amor propio. Un deporte basado en la impostura y que no resistiría el control antidoping.
fuente:24.7.05 – Clarín