Washington, D.C., (OPS)—Los latinos que viven en Estados Unidos tienen más baja cobertura médica y reciben menos cuidados de salud. Sin embargo, tienen mayor expectativa de vida que otras comunidades. Esta “paradoja epidemiológica”, como se la denomina, se refleja en múltiples indicadores y está siendo objeto de análisis con el fin de diseñar un perfil de la “salud latina” y de sus necesidades específicas.
La paradoja, y sus datos más reveladores, se presentan en el artículo de tapa del último número de la revista Perspectivas de Salud, titulado El desafío de una “salud latina” en Estados Unidos.
Según proyecciones realizadas a partir del último censo, en 2002 vivían en Estados Unidos 38,8 millones de hispanos, lo que representa el 13% de la población (la primera minoría) y evidencia un crecimiento del 58% respecto de 1990.
El censo también registró que las mujeres latinas tienen una esperanza de vida de 83,7 años y los hombres de 77,2 comparado con 75,1 y 68,4 de los afroamericanos, y 80,1 y 74,7 de los blancos no hispanos.
Lo curioso es que la comunidad latina tiene, en general, menos acceso a los servicios y cuidados de salud, bajo acceso a tratamientos (el 63% de los latinos que trabajan no tiene seguro) y a medicamentos de última generación, y el 22% vive por debajo de la línea de pobreza.
Las explicaciones incluyen palabras tan diversas como genes y familia. Para René Rodríguez, jefe de Ortopedia del Hospital de Veteranos de Miami y presidente del Colegio Interamericano de Médicos y Cirujanos, “el sentido de familia es lo que sostiene la salud de los latinos. Los vínculos familiares solidarios son esenciales para preservar la salud. Cuando un hispano se enferma, toda la familia llega preocupada al consultorio o al hospital. Esa contención, ese apoyo, es esencia de vida”.
Según se informa en el artículo, aunque los latinos se han ido arraigando en Estados Unidos por más de medio siglo, hacia fines de los 80 todavía no se sabía demasiado sobre sus características epidemiológicas. “Recién en 1989 se incorpora a los hispanos como un grupo aparte en las encuestas de salud –explica Jane Delgado, presidenta de la National Alliance for Hispanic Health–. Hasta ese momento no sabíamos cuántos nos moríamos ni de qué nos enfermábamos”.
Desde entonces, los indicadores están un poco más claros. Por razones que se encuentran en el estilo de vida, las conductas, la nutrición, la fe, la familia, la genética y la comunidad, los hispanos –según estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) – tienen mayor prevalencia de asma (especialmente los puertorriqueños), VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, de obesidad y de enfermedad pulmonar obstructiva.
A pesar de que comparten con otros grupos de población las dos primeras causas de muerte –trastornos cardíacos y cáncer se diferencian en las que siguen inmediatamente en la lista: mueren más a causa de lesiones accidentales, accidentes cerebrovasculares, diabetes, cirrosis hepática y homicidios. De hecho, en Estados Unidos, los accidentes de tránsito son la principal causa de muerte entre los hispanos varones menores de 34 años.
Un exponente del trabajo con la comunidad latina es Juan Romagoza, quien dirige La Clínica del Pueblo, en Adams Morgan, el barrio latino de Washington, D.C., desde su fundación en 1983. La clínica recibió en 2003 a 8.000 pacientes hispanos, el 86% de origen salvadoreño. “Los inmigrantes que llegaron en los 80 no percibían la salud como un valor, su principal objetivo era sobrevivir. A la vez, no eran aceptados por el sistema de salud. Pero, poco a poco, la comunidad comenzó a organizarse, a hacer valer el “boca a boca”, y hoy tenemos ferias de salud a las que asisten más de 500 personas”, cuenta Romagoza.
A partir de su experiencia, Romagoza asegura que los trastornos emocionales y la violencia de las pandillas están hoy entre los principales problemas de salud que afectan hoy a la comunidad latina. Y el gran desafío es que incorporen la prevención y los exámenes médicos periódicos como un sinónimo de salud. “El latino tiene el concepto fatalista de que a veces es mejor no saber –opina-. Por eso, muchos llegan al servicio de salud después de haber pasado por terapias alternativas ineficaces, o cuando el mal ya es irremediable”.
Un ejemplo de la afirmación anterior está presente en el informe 2001 de la Sociedad Americana del Cáncer. El capítulo sobre el uso reportado de las pruebas de detección temprana muestra que el 54% de las hispanas se realiza mamografías, comparado con el 59,5% de las blancas no hispanas y el 59,4% de las afroamericanas. En el caso del examen clínico de los senos, la diferencia es mayor: 59,9% contra 68% y 67% respectivamente. Diferencias similares se presentan en los exámenes preventivos de cáncer de cuello uterino, y de colon, recto y próstata en el caso de los hombres.
El puente entre culturas es largo e implica muchos desafíos. “Incluso las medicinas deben ser recetadas de distinta forma –explica Jóxel García, director adjunto de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) –. Además, muchos latinos, y no sólo los indocumentados, no van al médico porque temen a las preguntas que les hacen para construir su historia clínica y, por eso, llegan a la sala de emergencia en caso de necesidad extrema en vez de tener proveedores de salud regulares. Por eso, es necesario que los médicos tengan una competencia cultural para lidiar con esta diversidad, ya que somos de todos los colores, de todos los países, somos primera, segunda y tercera generación de inmigrantes; y todos esos componentes definen nuestra salud”.
Para Jane Delgado, la salud de los latinos en Estados Unidos está configurada por tantas influencias interrelacionadas y cambiantes que la necesidad de comprenderlas bien es esencial para proteger los aspectos positivos y reducir los costados negativos del perfil de salud latino.
Aunque el tema tiene, sin dudas, un final abierto, Delgado concluye que “quizá por el instinto de supervivencia, la primera generación de inmigrantes que llega al país es más fuerte, en términos de salud, que la primera que nace aquí. Pero aquellos valores fundamentales del inmigrante, su sentido de comunidad y de familia, no pueden perderlos las nuevas generaciones porque se trata de valores que también garantizan la salud”.
Entre otros artículos en esta edición de Perspectivas de Salud están: “La vejez en las Américas”, “Una puerta abierta a la vida” (sobre la extensión de tratamiento para VIH/sida), y “Una cuestión de derechos humanos” (sobre las violaciones de los derechos de enfermos mentales).